Hace tiempo que hemos perdido el sabor de muchas frutas y hortalizas. Esperemos que algún día los ingenieros agrónomos y las casas de semillas empiecen a pensar en cómo recuperarlos y nos devuelvan a los tiempos en los que daba gusto hacerse una ensalada. Mientras tanto, habremos de buscar desesperadamente en los mercadillos, rogar al abuelo que no abandone su huerto o poner uno propio. Pocas más salidas quedan, salvo fenómenos como el del Tomate Rosa de Barbastro.
Hace apenas un lustro en esta zona prepirenaica se producían 200 000 kilogramos de la variedad citada, casi todo para autoconsumo; quien tenía la suerte de contar con un cuñado barbastrense accedía a estos tomates grandes, carnosos, delicados, que no necesitan nada para ofrecer un sabor contundente, de tomate antiguo, pero que con una pizca de sal y algo de aceite de oliva virgen extra dejan un jugo irresistible en el plato.
Hoy ya se comercializan en toda España dos millones de kilos de Tomate Rosa de Barbastro y la producción seguirá creciendo, aunque de una forma controlada, según nos cuenta el presidente de la Asociación de Hortelanos del Alto Aragón, Esteban Andrés, quien sabe que todo lo que se produzca se venderá, pero no quiere morir de éxito y que su tomate acabe perdiendo las cualidades por las que está recogiendo decenas de elogios en el mundo de la alta gastronomía.
¿Que qué hay detrás de este fenómeno? Mucha y buena comunicación, sí: campañas de radio, acciones de relaciones públicas, un congreso anual, la creación de la de la Orden del Tomate Rosa de Barbastro, asistencia a ferias… Pero, tal y como pude explicar hace unos días a un grupo de emprendedores agroalimentarios por invitación del Instituto Aragonés de Fomento, la comunicación, si no se basa en una cultura corporativa compatible con los deseos del público, no funciona a medio y largo plazo, que es cuando mejores resultados puede ofrecer.
La cultura corporativa son los valores que están detrás de una organización, su ideología (no se entienda esto en términos políticos). Cuando en 2009 se creó la Asociación de Hortelanos del Alto Aragón, se hizo con la intención de consolidar una cultura corporativa concreta, la de preservar los valores tradicionales de la huerta y utilizar esta como punta de lanza de un programa de desarrollo social, económico y medioambiental.
Por ahora lo están consiguiendo, y por eso el Tomate Rosa de Barbastro mantiene sus propiedades y sobre ellas se puede vertebrar una comunicación que no se contradice con la realidad del producto. Quien prueba este tomate, aprueba lo que de él se dice. Y esto es algo que no sucede con una buena parte de los alimentos que se nos están ofreciendo a diario.
Así nunca falla la comunicación. Ahora bien, cuando algo supera sus fronteras más inmediatas y trasciende el anonimato que le garantizaba el entorno familiar, entra en otra etapa con nuevos y más profundos peligros. Y el Tomate Rosa de Barbastro ya está ahí: le han salido imitadores, lo que es inevitable y tampoco está mal (ojalá algún día todos los tomates sean así de buenos); y han surgido, por otro lado, operadores fraudulentos, lo que ya es mucho peor, porque se trata de piratas que venden otros tomates como si fueran rosa de Barbastro. Engañan al consumidor y desprestigian el producto original.
Defenderse de esto no es fácil y muchos otros productores han fracasado en el intento. Pero la comunicación puede seguir haciendo mucho por el producto si los hortelanos barbastrenses la siguen manejando con inteligencia y son valientes a la hora de denunciar a estos piratas y controlar que no surjan en sus propias filas, algo que también ha sido muy habitual en otros entornos de alimentos de calidad.
La marca colectiva que están a punto de conseguir les ayudará mucho, como ayudará mucho a los consumidores, que tendremos más fácil la tarea de identificar el auténtico Tomate Rosa de Barbastro. Si la cultura corporativa de la asociación es la de respetar el reglamento que la marca lleva aparejado y que se ha redactado para preservar la autenticidad de este lujo de la huerta, la comunicación lo tendrá muy fácil.
Por lo que a los demás respecta, seguro que seguiremos buscándolo entre julio y octubre, que es cuando encuentra su sazón y su razón.
Hola que tal soy agricultor de almeria, me ha gustado tu post, aqui este año ya e visto tomate rosa por estos lares, y deciros que uno puede tener un buen tomate pero depende del agricultor y su experiencia para que tenga ese sabor, lo que he provado aquí los primeros tomates no tiene un sabor muy definido, pero cuando llevas dos o tres ramos cojidos ya si estan muy sabrosos, no se le puede poner puertas al campo pero nunca puede bajar la calidad y sabor aunque se ponga en otros sitios, aqui lo más parecido es el raf, y tiene sus fechas de álgido sabor cuando te pasas si tienes un buen tomate pero no tiene un sabor muy bueno, lo malo de alargar las campañas y tanta globalizacion, saludos
Gracias por el comentario. Estoy de acuerdo en que el cultivo debe ser el adecuado y el momento y la forma de recolección, también; y que en ello el agricultor es el que sabe… si es un buen profesional. Por eso debería ser también el que decide sobre semillas, sistemas de cultivo y momento de comercialización, aunque cada día lo tiene más difícil. Y por eso hay que aplaudir a los agricultores que deciden tomar las riendas de su negocio y de su producto y trabajar como mejor saben hacerlo. Si se dejan las decisiones importantes a los vendedores de insumos, a los transportistas o a los revendedores… por el camino se van perdiendo cosas tan valiosas como el sabor.
Pingback: Palabra del territorio | Periodismo Agroalimentario