Todo comunica, los que andamos en este juego no nos cansamos de repetirlo y lo indicamos desde el principio. Pero no todo es comunicación; en ocasiones es más importante gestionar sin la presión pública, solucionar problemas en la penumbra de los despachos y mantenerse en el gris de la eficiencia antes que en el blanco del oportunismo.
Sin embargo, a pesar de que acertar en comunicación no es fácil, pues no se trata de una ciencia exacta, hay empresas, instituciones y personas que hacen grandes apuestas en la ruleta de la comunicación; sobre todo, en la ruleta política.
La comunicación es una artesanía que necesita tiempo, experiencia y no poca suerte. Pero algunos la consideran un ruedo donde dar pasaporte rápido al toro de turno (si puede ser con alguna chicuelina, mejor). Por eso hay tanto aprendiz de brujo metiendo la pata por doquier y extendiendo la idea de que todo es comunicación.
Estos personajes tienen un chollo con los políticos, a los que entrenan en el oportunismo y no dejan trabajar en la penumbra de los despachos, con bien que se está en la penumbra de los despachos y lo que cunde el trabajo.
Digo todo esto porque Yolanda Díaz podría haberse reunido con los representantes de la distribución alimentaria en la penumbra de su despacho para hacer lo mismo que ha hecho en el ágora mediática y, a lo mejor, con más éxito. Aunque probablemente con el mismo poco que va a obtener de esta otra manera (ojalá me equivoque).
Pero ha ganado la batalla de la comunicación y su brujo estará contento. ¿Quién puede presumir, si no, de haber salido a la calle a defender los intereses de los consumidores, especialmente de los más vulnerables? Pues ni más ni menos que el tándem Díaz-Garzón. Esa baza ya está hecha; a la otra parte del Gobierno solo le queda chapotear en el charco hasta que se seque y pasemos a otra cosa.
El otro ganador es Carrefour. Mientras la competencia apretaba el trasero temiéndose lo que es imposible, una intervención de precios en toda regla, o haciendo como que temía esto, porque tampoco son tontos, la multinacional francesa ha sacado pecho con una cesta básica de 30 euros que se ha llevado la mayor parte de los titulares.
Todas las semanas los supermercados organizan ofertas, promociones y cestas baratas y llamativas como reclamo. Para ellos es pan comido, igual que para un herrero soldar un par de tubos. Pero el brujo de Carrefour ha estado listo y se ha llevado otra baza: en los momentos difíciles hay que estar con el Gobierno y con la gente.
Y luego están los convidados de piedra. Por un lado, los productores de alimentos, que saben lo que les pasa cuando las grandes superficies hacen campañas de precios: hacia abajo, el apretón va creciendo. Esa lección la tienen aprendida, pero deberían tomar nota de otra porque las balas han silbado sobre sus cabezas: cuando los brujos les dicen que salgan a la calle a pedir precios justos (es decir, intervención de precios), que se queden en casa, porque los Gobiernos solo intervienen los precios para contener la inflación, o sea, para bajarlos. ¿O no se acuerdan de las luchas agrarias de los 70 y los 80? Y es que no todo es comunicación.
Y por ahí andan también los pequeños comerciantes, que sobreviven como pueden gracias a que están al lado del portal de casa, echan más horas que el reloj y sonríen cuando ven a los vecinos asomar el hocico por la persiana. Como son pequeños y dispersos, no tienen brujos y apenas canciones que entonar… salvo la del cisne (ojalá también me equivoque en esto).
Por cierto, a o a mí se me ha escapado (que `podría ser) o a los representantes de los consumidores no se les ha visto especialmente entusiasmados con la idea. Igual es que piensan que no todo es comunicación y están trabajando en la penumbra de sus despachos.
En fin, que a veces sería preferible que en la penumbra de los despachos el Gobierno, la oposición y quien haga falta se pusieran de acuerdo para aprobar medidas importantes de apoyo a quienes lo necesitan. Con buen presupuesto y progresivas, que no todo el mundo precisa auxilio. Pero como no son capaces, entiendo que se lo gasten en brujos y luces de colores. Al fin y al cabo, ese es el campo de batalla, porque, hoy por hoy, parece que todo es comunicación.
Pero recuerden: todo comunica, incluido el considerar que todo es comunicación.