Agricultores y ganaderos mayores y cansados

Hay agricultores y ganaderos que, tras ver gravemente afectadas sus explotaciones por los incendios de este verano, han decidido o se están planteando abandonar la actividad. Esta podría ser una consecuencia natural del drama vivido, como lo ha sido y lo seguirá siendo en otros casos, léase volcán de La Palma o cualquier otro desastre, natural o no.

Pero aquí concurre una circunstancia que le da especial relevancia. No abandonan por el disgusto, por buscar otro medio de vida mejor o por carecer de recursos para recuperar el que ya tenían. Lo hacen porque son mayores y ya no tienen tiempo para poner en producción plantaciones nuevas o fuerza para asumir el reto de crear una ganadería desde cero.

Este cese de la actividad sería un hecho puntual y extraordinario, provocado por un siniestro puntual y extraordinario, si no coincidiese con una situación no extraordinaria como es la de la edad de los profesionales del campo. Se trata de un problema estructural que eleva lo que podría ser una anécdota a la categoría de paradigma.

Igual que han colapsado estos agricultores y ganaderos, está a punto de hacerlo la agricultura de carácter familiar de una forma generalizada, porque sus problemas estructurales, con el de la edad a la cabeza, son material de combustión en espera de una chispa.

Agricultores y ganaderos sin relevo.

El detonante puede ser un incendio, pero también el cierre de un mercado exterior, una plaga sobrevenida, el ataque reiterado del lobo o la necesidad de cambiar de tractor. Problemas con los que los agricultores y ganaderos están acostumbrados a enfrentarse cuando hay edad, fuerza y expectativas para hacerlo.

Sin embargo, hoy los profesionales del campo son, en general, señores mayores y cansados, quizá más emocionalmente que en lo físico, pero también en esto, como es natural, y no hay quien les dé relevo. Este atolladero se veía venir hace mucho tiempo y los que escribimos del campo lo hacemos sobre el dificultoso relevo generacional desde hace más de 30 años.

Hasta ahora, las políticas paliativas han fallado, y es razonable dudar de que quede tiempo ya para que cumplan su papel. Las jubilaciones y abandonos van a caer en cascada, si no por mor de un incendio o drama similar, por pura gravedad, pues la acumulación de inviernos es de efecto inexorable.

Estamos en situación de emergencia y se precisan medidas de emergencia si queremos una agricultura con agricultores y ganaderos.

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