Aragón nunca ha sabido aprovechar bien sus recursos. Los tiene como cualquier otro territorio, pero le falta ese punto de inteligencia colectiva que es la única manera de llegar lejos.
Los éxitos aragoneses suelen venir de manos individuales, y muchas veces gracias a personas que acuden desde otros lugares, echan un vistazo y enseguida ven hacia dónde hay que dirigirse. No hablo de grandes hombres o mujeres o de grandes ocasiones, que también, sino de la vida misma, del acontecer diario de los enanos que andamos por el mundo.
Hace unos cuantos años llegó hasta Zaragoza un gallego barbado, sabio y algo gruñón; no sé si más barbado que sabio o más gruñón que barbado, pero un tipo genial, en todo caso; de esos que ofrecen desinteresadamente todo lo que llevan dentro o mandan al infierno sin ningún miramiento a quien se le ocurra ponerse estupendo sin venir a cuento.
Pedro González Vivanco no era un gallego, digamos, de los del tópico. Si te lo encontrabas en una escalera, era fácil saber si subía o si bajaba, salvo que quisiera jugar contigo, y en ese terreno siempre lo vi muy aragonés, porque si un aragonés quiere, su interlocutor nunca sabrá si tiene delante a un ignorante destripaterrones o a un gachó que se está descojonando de él sin que llegue siquiera a sospecharlo.
¿Por eso encajó tan bien entre nosotros? No lo sé, de los de Aragón también se dice que tratamos muy bien a los foranos mientras maltratamos a los del vecindario. El caso es que Pedro hizo muchos amigos y dejó un recuerdo que siete años después de su marcha definitiva sigue bastante vivo.
Resumiré, para que esto no parezca una hagiografía barata y llegar al centro del asunto, que era químico, bromatólogo, investigador por gusto, bibliófilo, comedor, mejor bebedor y gran conversador. Una de sus pasiones: los quesos.
Por todo ello, supongo, enseguida se percató de que Aragón era un territorio con solera en esto de cuajar la leche y ver lo que sale. No busque nadie cantidades ingentes de queso, pero sí variedad, calidad y no pocas sorpresas agradables.
Lo bueno del asunto es que hasta que él inició la partida, en este vasto lugar que nunca cuenta nada de sí mismo ni nos habíamos dado cuenta de que podíamos puntear nuestro viejo mapa con un buen puñado de queserías a las que seguir la pista.
Soy consciente (y me disculpo por ello) de que esta última afirmación resulta injusta si pensamos en algunos otros arqueológos de la gastronomía aragonesa, y solo citaré a Benito Báguena (seguramente uno de los primeros amigos que Pedro tuvo por estos lares), pero insisto en que el queso aragonés fue un gran desconocido hasta que este gallego añorado fijó la vista en él.
Así que resultó Pedro González Vivanco el explorador más lustroso de las ganaderías y queserías de Aragón, su estudioso más serio y su divulgador más entusiasta. A él se debe el opúsculo El queso y su ilustre familia. Los quesos artesanos aragoneses, que pasa por ser el primer catálogo de quesos aragoneses comentado y que constituyó su discurso de entrada en la Academia Aragonesa de Gastronomía que después abandonaría.
Hoy muchos maestros queseros de Zaragoza, Huesca y Teruel tienen la memoria de Pedro Gonzalez Vivanco en un pedestal y algunos otros, aunque lo ignoren, deben parte de su relativamente buena situación a sus análisis, consejos y prédicas.
Nadie ha escrito su nombre en letras doradas sobre ningún frontispicio porque aquí eso solo lo hacen los políticos para sí mismos, pero si eso hubiera ocurrido, mucho me temo que el gallego hubiera torcido el morro. Que los buenos queseros se acuerden de él mientras ordeñan el rebaño y que sus amigos lo celebren de vez en cuando con una cuña blanquecina y buen trago de vino es, seguramente, el mejor homenaje que puede recibir.
No obstante, del 14 al 20 de julio, el restaurante Umai, del zaragozano Hotel Oriente, se ha propuesto recordar a Pedro González Vivanco ofreciendo un menú en torno al queso dentro de su ciclo “Gastrónomos y cocineros aragoneses ilustres e ilustrados”. Es otra opción.
¡Vaya sorpresa!
Desconocía esta faceta bloguera tuya, aunque es posible que me lo comentases la última vez que nos vimos. La casualidad del fatuo mundo de …In me ha traido hasta aqui.
No puedo estar mas de acuerdo contigo sobre el bagaje que nos dejó y el escaso reconocimiento que tuvo, salvo en este proceloso sector nuestro.
Fue una suerte haber compartido con él viandas y bebercios. Y la excusa perfecta para intentar aprender algo de su sabiduría
Cuidate
Bienvenido seas. Espero que sigas por aquí y que enriquezcas el sitio con tus comentarios, que nos vienen muy bien las aportaciones que los buenos profesionales hacen. Como dices, algunos tuvimos la suerte de compartir buenos ratos con Pedro y de que nos ayudara en nuestro trabajo, que así fue mejor trabajo.