PEAGROSEMANA 25.07 Distopía y lácteos

Si pensábamos que para vivir en un mundo distópico era necesaria una hecatombe nuclear, una pandemia de mil demonios o que el núcleo de la tierra se volviera loco, la realidad nos vuelve a demostrar que todo es más sencillo de lo que imaginamos: solo hay que votar, democráticamente, a la persona adecuada.

Por fortuna, la agricultura, en su previsible devenir, aporta al mundo no solo alimentos, sino rutinas que nos mantienen seguros en el suelo que pisamos y estables en nuestros pueblos mientras el orden mundial conocido se viene abajo.

La semana agraria nos ha dejado tractoradas, sectores (subsectores) y empresas que se organizan para asomar la cabeza y llamar un poco la atención, más manifiestos (en este caso, sobre los OGM), una cierta polémica sobre las decisiones gubernamentales y motivos para disfrutar con lo que el campo nos pone en la mesa. ¿Qué más se podría pedir para sentirse como en casa?

Algunos prometieron que con el inicio del año volverían a incendiarse las carreteras, pero ya estamos casi en marzo y los tractores, que han salido, sí, apenas han provocado nada. Las organizaciones ‘clásicas’ se han quedado en la cochera; dos de ellas están sentadas en una mesa con el ministerio y no paran de mandar notas anunciando todo lo que están consiguiendo, luego no van a prender ninguna mecha; las otras dos no tienen suficiente gasolina por sí mismas, recordemos que en este país, en el que los presidentes apenas pisan terrones, no como en Francia, la afiliación es muy mejorable; y esas que se formaron ‘espontáneamente’ a golpe de wasap, que eran la gran incógnita, parece que han dado lugar a algunos microsindicatos nuevos que ahora se enfrentarán a los problemas tradicionales: organizarse, encontrar liderazgos claros, mantenerse fieles a la tabla reivindicativa… enredos, vaya, que roban energía. Pero seguiremos atentos, ya se sabe que la calma precede, a veces, a las grandes tormentas.

Las empresas lácteas se han afanado por hacerse visibles estos días. Por un lado, dos de las grandes, Central Lechera Asturiana y la Cooperativa del Valle de Los Pedroches, han creado un eje norte-sur de innovación que han llamado Horizonte Rural. Por otro, la interprofesional láctea (Inlac) ha presentado los resultados de su campaña promocional de tres años, con la que han conseguido colocar leche en el 98 % de los hogares, pero no que bebamos toda la que sería preciso para nuestra salud.

Lo curioso de estas dos iniciativas no es que se presentaran la misma semana, es que lo hicieron el mismo día y a la misma hora y, claro, en Madrid, así que el público objetivo se tuvo que dividir, porque en el resto de los pueblos de las Españas uno puede ir a la charla en un lado y al ágape en el otro, pero el distrito federal no suele dar esa opción.

No cabe pensar que las entidades implicadas no estuvieran al corriente de las intenciones mutuas, al fin y al cabo, las dos primeras son cooperativas y Cooperativas Agro-alimentarias de España forma parte de Inlac, así que por este ‘silogismo’ cooperativo o por algún otro lado fluiría la láctea información. Hemos de colegir, por otro lado, que entre granjeros no se pisan la manga… ganadera; descartemos, pues, la mala leche, que además sería un chiste demasiado fácil. Así que quedémonos con la opción más plausible: la agenda del ministro no tenía otro hueco, a los asturianos y cordobeses les interesaba mucho que el acto fuera ministrable y, entre tanto, Inlac ya había convocado y no podía dar marcha atrás. Los planetas estaban ineludiblemente alineados y el malhadado eclipse tenía que suceder.

Pero como todo tiene arreglo, los de la interprofesional pudieron pisar alfombra palaciega, en compensación, tres días después, cuando fueron recibidos por la tercera al mando en el MAPA.

Vayamos terminando. La semana pasada se aprobó una subida del SMI que beneficia, según CC. OO., al 40 % de los asalariados del campo y perjudica, según Asaja y Fepex, a los empresarios del lugar. Tampoco cae demasiado bien a las organizaciones intermedias, esas de la explotación familiar, que no son ni chicha ni limoná; los autónomos del agro, vaya, que pagan jornales, pero no tantos ni tanto tiempo. Todos piden compensaciones al Gobierno, salvo UPA, que se las pide a la cadena alimentaria, como es lógico, y en cuya ley sigue creyendo.

Y como prometíamos un final feliz en la mesa, recomendamos visitar alguno de los restaurantes o de los eventos que ofrecen trufa negra, esa Tuber melanosporum que en Aragón y Soria lo está petando y que en estos momentos se encuentra en verdadera sazón. Que la distopía nos pille, al menos, con buen sabor de boca.

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