Otro elogio de la garnacha

Quien escribe nació entre campos de garnacha y creció afligido por el descrédito de esta uva, de los vinos que procedían de ella, de las bodegas que los hacían y de la tierra que daba amparo a todo esto. Con el tiempo, y sobre todo con la ayuda de quienes creían en esta variedad y la estudiaban, se convenció de que la garnacha, como el patito feo del cuento, acabaría convirtiéndose en una referencia trascendente.

Solo era necesario que viticultores y bodegueros redescubrieran el valor enológico que en algún momento debieron ver sus ancestros en esta variedad. Pero el despiste era importante, porque notables del mundo del vino, líderes de opinión instalados en el yerro o incluso en el dolo, denostaban la garnacha y aborrecían a sus cultivadores. Los mandaban a galeras por largos periodos y solo les concedían el perdón cuando arrancaban aquellas cepas centenarias y las sustituían por lo que dieron en llamar variedades nobles o variedades mejorantes. Por supuesto, de origen lejano, pues lo bueno solo podía venir de donde bebía el espíritu chic de estos prescriptores, que era chic, precisamente, porque renegaba del terreno.

Garnacha.
Garnacha.

Gracias al Cielo, en algunos territorios había tanta garnacha que ni los grandes planes de reestructuración pudieron con ella. Tampoco dejaron de existir sus apóstoles y hubo quienes incluso se atrevieron a tratar a esta uva con la delicadeza que se dedicaba a esas otras variedades de alta cuna. Y así fue como la garnacha empezó a expresarse por sí misma.

A pesar de esto, algunos de sus reinos tradicionales siguieron mirando para otro lado, pero también los hubo de mayor agudeza visual, más pericia prospectiva y un sentido territorial que honraba las esencias en un mundo que se desprende de ellas con ignorante facilidad por aquello, dicen, del márquetin. ¡Con la de argumentos que las esencias aportan al márquetin y la comunicación!

Viñedos de garnacha en la DOP Campo de Borja. Lorenzo López
Viñedos de garnacha en la DOP Campo de Borja. Lorenzo López

La garnacha, al final, ha recuperado su imperio, porque los ríos vuelven por do solían; y los otrora jinetes del apocalipsis son ahora, conversos ya, sacerdotes de la nueva religión. Sea para bien y premie como debe ser a quienes se lo merecen.

Este blog ha estado parado algún tiempo por inclemencias que, metafóricamente, podríamos denominar meteorológicas. Y ahora que escampa ofrece en primer lugar un nuevo elogio a la garnacha. Porque en semanas pasadas esta uva tuvo su primer concurso mundial en Perpignan, donde de nuevo pudo pasear la corona que la señala como una de las grandes del planeta.

Por cierto, una denominación de origen española, Campo de Borja, dio la campanada y obtuvo premios para más del 70% de los vinos que presentó, muy por encima de la media del concurso. No hay nada como honrar y guardar fidelidad a quien te da de comer.

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