La venta directa de productos alimentarios crece y ofrece a agricultores y ganaderos nuevas perspectivas

La comercialización de productos agroalimentarios mediante la venta directa del productor al consumidor está tomando cuerpo en los últimos tiempos y no parece ser una moda pasajera. Los agricultores y ganaderos obtienen un mayor rendimiento económico y los ciudadanos se sienten más dueños de su alimentación.

No es más que un simple arreglo entre dos partes. La una está constituida por aquel agricultor o ganadero que quiere obtener un mayor beneficio de su producción y que está cansado de trabajar para que el margen comercial se quede en una cadena que no controla y con cuyo funcionamiento, en ocasiones, ni siquiera está de acuerdo. Por un agricultor o ganadero que, de alguna manera, gusta del trato directo con el consumidor y siente que de esta forma también se enriquece profesional y personalmente. En definitiva, un productor que quiere ganar más dinero y sentirse más a gusto con su forma de trabajar.

La otra parte la forman consumidores que pretenden dominar desde el principio hasta el final su proceso alimentario, acceder a precios ventajosos o a calidades superiores, reencontrarse con los sabores auténticos, con las variedades autóctonas, pero que sobre todo buscan recuperar la relación de confianza con su proveedor, la interactividad, el contacto, el calor de las personas.

Y ambas habían de encontrase en un lugar común al que los técnicos han dado el nombre de circuito corto y que, entre otras modalidades, incluye la venta directa del productor al consumidor, con los aditamentos logísticos o tecnológicos propios de los tiempos que corren y que en algunos casos han sido sabiamente adoptados.

La venta directa ha perdido mucho terreno en España. En primer lugar por la lógica evolución de la sociedad hacia sistemas más cómodos y seguros para el consumidor. También  por el rigor con que se han aplicado determinadas normas de comercio alimentario en las calles de nuestras ciudades. Un cierto esnobismo que no se ha dado en otros lugares ha tenido asimismo sus efectos. Todo ello para dar como resultado un panorama poco alentador en lo que a circuito corto alimentario se refiere, que prácticamente se ha limitado durante mucho tiempo a la venta de vino y aceite en bodega y almazara y a la venta ambulante autorizada determinados días de la semana en algunas poblaciones. Poco más.

Pero se está dando un fenómeno curioso: mientras los habitantes del medio rural responden sin resistencia al reclamo de los supermercados que florecen por las comarcas, es en las grandes ciudades donde van tomando cuerpo los sistemas de comercialización en circuito corto, impulsados por consumidores informados, críticos y comprometidos con un sistema alternativo en el que buscan su bienestar alimentario. Aclaremos en este punto que circuito corto y venta directa no son exactamente lo mismo, pues el primero admite hasta un intermediario y la segunda no.

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La venta directa no es nueva, salvo la que se fundamenta en las últimas tecnologías, pero la filosofía que la impulsa sí. Ya no es mera consecuencia de la vecindad entre el productor y el consumidor, sino la consecuencia de una forma de pensar que aprovecha esta vecindad para apostar por una independencia alimentaria mayor (el consumidor puede participar en todo el proceso producción-comercio); para alcanzar lo que considera una calidad de producto o servicio mejorada; para asentar paradigmas de funcionamiento más ecológicos, bien por el origen del producto o bien por el ahorro de emisiones contaminantes que supone el circuito corto; o por razones culturales o de otro tipo. Puede hablarse por tanto de un movimiento ideológico de raíz urbana que se extiende poco a poco sobre unas bases más sólidas que la propia conveniencia mercantil o una simple pose ligada a modas pasajeras. Es, pues, una ventana que se abre a los productores agroalimentarios para ofrecer un panorama nuevo desde el punto de vista comercial y filosófico.

Y por esa ventana ya han mirado unos cuantos productores que consideran la venta directa un buen negocio o una mejor manera de afrontar la producción agroalimentaria y todo lo que ésta lleva o puede llevar añadido: calidad, salud, sabor, cultura, patrimonio, formación del consumidor, fidelización de clientes…

Evidentemente este sistema no está hecho a la medida de todos. Al igual que la venta a grandes cadenas de distribución no suele ser adecuada para pequeños productores, la venta directa al consumidor no puede dar salida a la producción de los grandes, aunque sí les permite orientar una parte de la misma hacia éste sistema. Es el caso, por ejemplo, de las cooperativas vitivinícolas. La práctica totalidad sirven directamente en bodega y muchas de ellas han montado tiendas especializadas a través de las cuales vertebran toda una gama de servicios al comprador, desde visitas guiadas a cursos de cata. Las ventas en estas tiendas puede que no sean especialmente significativas en el cómputo global (en algunos casos, sí), pero cumplen una acción dinamizadora de otro tipo de ventas que no es nada desdeñable. Por otro lado, venden también a mayoristas o grandes distribuidores.

El aceite, uno de los productos más buscados

Para los que la venta directa sí resulta verdaderamente interesante es para los pequeños o medianos productores, que pueden conseguir colocar toda o una buena parte de su producción en estos circuitos. Es el caso del que fuera el primer presidente del Comité Aragonés de Agricultura Ecológica,Alberto Lasala, uno de los pioneros en este tipo de cultivo. En estos momentos trabaja exclusivamente para una asociación de consumidores, Agrieco, que se ha ido conformando en los últimos años en torno a la actividad divulgativa que Lasala ha ido desarrollando a través de charlas y visitas a su explotación.

Agrieco tiene más de 120 socios que una vez a la semana recogen su caja de hortalizas y fruta en varios puntos de encuentro que tiene ubicados en distintos barrios de Zaragoza. Los productos se han cosechado ese mismo día, han sido cultivados sin productos químicos de síntesis y apenas han recorrido unos pocos kilómetros desde el campo. “La venta directa es una fórmula que está reclamando la sociedad ante el abismo de precios que hay desde el campo al comercio y la pérdida de calidad que hemos sufrido”, asegura Alberto Lasala, que se muestra muy optimista e indica que “se están dando las circunstancias que los agricultores y ganaderos tienen que aprovechar para obtener más rendimiento por su trabajo”.

Algo parecido mantiene Javier Cazcarro, criador de terneros ecológicos en el Pirineo, para quien “la venta directa es muy rentable, pues los márgenes comerciales son muy superiores”. Este ganadero, no obstante, es prudente y señala que vender así es muy difícil: “ojalá supiéramos vender toda la producción directamente, pero es complicado”.

Evidentemente no es lo mismo vender hortalizas que carne fresca. Cazcarro lo hace a través de una pequeña tienda que posee en Biescas y de su página web, mediante la cual contactan con él los clientes, que conocen de esta manera qué vende y cómo lo hace, es decir, lotes de carne de unos 10 kilos de peso que envía directamente al domicilio del consumidor. No siempre hay carne disponible y es necesario inscribirse en una lista de espera. Su principal problema es la falta de salas de despiece cercanas a su explotación.

Quienes venden por Internet, una de las modalidades de venta directa que más está creciendo, aseguran que ara que las ventas en web funcionen hay que tener claro todo lo que ese proceso implica, y especialmente que al consumidor hay que ponérselo muy fácil y darle una respuesta rápida. Esto, para un agricultor o ganadero puede resultar complicado a primera vista, pero, según indican algunos pioneros, si te sometes al proceso de formación adecuado, las cosas que al principio parecen complicadas acaban siendo totalmente accesibles.

El comercio en la propia explotación, Internet o la distribución a grupos de consumidores no son las únicas vías de venta directa que existen, del mismo modo que los productos ecológicos no son los únicos que se comercializan así, aunque es cierto que los productores biológicos son los que más dinamismo imprimen al sistema y que los consumidores que impulsan los circuitos cortos se suelen inclinar más por estos productos.

Otra posibilidad de venta directa la ofrecen los mercados de agricultor, muy desarrollados en otros países y que en España se están recuperando en los últimos tiempos, aunque hay experiencias muy veteranas y otras de nuevo cuño, como la de la Federación Insularde Mercados de Tenerife, que son toda una referencia. En este último caso, una decena de poblaciones de la isla acogen periódicamente su respectivo mercado y ya es muy alto el número de productores y artesanos que participan en ellos (casi un centenar, en algunos casos), con una oferta de productos muy amplia. En estos mercados todo lo que se comercializa tiene que ser elaborado por el productor que lo vende, no se admiten ni productos foráneos ni intermediarios, pues se trata de favorecer el desarrollo del sector primario.

La venta directa representa, pues, una alternativa comercial de interés para el sector primario y para los consumidores, pero también una forma de contribuir al asentamiento de la población en el medio rural y su desarrollo. Todavía es un movimiento incipiente, pero ha surgido con la fuerza que casi siempre acompaña a las iniciativas que emanan de la propia sociedad.

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5 comentarios en “La venta directa de productos alimentarios crece y ofrece a agricultores y ganaderos nuevas perspectivas”

  1. Hola soy de Granada y estoy interesada en saber y informarme por la venta directa de agricultura…me gustaría poder contactar con alguien y que me pudiera informar sobre ello….quiero enbarcarme en esto y estoy un poco perdida….gracias

  2. Pingback: La venta directa de productos alimentarios crece y ofrece a agricultores y ganaderos nuevas perspectivas | Curso de Internet y Agricultura

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