La Sexta decepciona con ‘El precio de los alimentos’

El domingo esperábamos con expectación el nuevo programa de La Sexta dedicado al precio de los alimentos. La cosa pintaba estupenda: una cadena que se caracteriza trabajarse bien los informativos, un día en el que exhibe a sus principales estrellas, una franja horaria en la que coloca programas de calidad y un conductor de los que llaman mediáticos, el famoso Chicote. Es cierto que el cocinero, aunque experto en las cosas del comer, no había acreditado su conocimiento sobre el campo y la economía agroalimentaria y eso nos dejaba alguna duda por despejar.

Pesadilla en la cocina no me gusta, pero el programa está bien hecho, Chicote se maneja con soltura ante la cámara y, cuando se trata de fogones, sabe de lo que habla. En El precio de los alimentos, sin embargo, demostró desconocer muchas de las cosas que conviene saber cuando uno se mete en materia tan espesa. Sus preguntas y comentarios fuera de guion apenas aportaban nada, más allá de obviedades de todos conocidas. Y ese tono como de estar descubriendo algo recóndito todavía ponía más de manifiesto perogrulladas del tipo ‘cuando la producción baja, el precio sube’.

Precisamente el tono del programa es uno de sus fallos más notables. Parece que nos encontramos ante una de esas producciones de investigación en la que los reporteros corren riesgos notables que dan lugar al afloramiento de oscuras realidades. Nada más lejos de lo que ocurre en El precio de los alimentos, donde apenas se esbozan las urdimbres que dan lugar a lo que pagamos por nuestra cesta alimentaria.

Chicote en 'El precio de los alimentos'
Chicote en un invernadro holandés.                        La Sexta

 

Tampoco parece bien elegido el ritmo, apresurado a más no poder, lo que provoca un solapamiento de ideas clave que no facilita su comprensión a un público no experto que se supone el público objetivo del programa.

En la noche de su estreno los expertos se quejaban, con cierta razón, de la ligereza del programa, de su falta de profundidad. Yo también, y admito que quizá errábamos porque El precio de los alimentos no creo que se concibiera para satisfacer a los que ya saben algo o mucho sobre el tema, sino para abrir los ojos de quienes saben muy poco.

Por eso requiere un ritmo más pausado y unas explicaciones menos someras. Un guion con más contenido y menos viajes en avión. Fuentes mejor seleccionadas o totales más acertados, porque ir a Suazilandia para no obtener nada interesante que contar o hablar con un bróker sobre fotosíntesis ilustran muy poco al ciudadano.

Lamento decirlo, pero El precio de los alimentos está contagiado del gusto por el espectáculo de Pesadilla en la cocina, y si en este último programa el espectáculo no estropea el producto porque está en su ADN, en el primero es necesario un poco menos de histrionismo.

Lamento decirlo porque La Sexta me parece una gran cadena, su estilo de trabajo me gusta y la agroalimentación me gusta, y me había forjado que iba a disfrutar mucho con este programa. La cuestión del precio de los alimentos es muy interesante, pero también muy compleja; hay que estudiarla mucho antes de ponerse a contarla. Por ahora, El precio de los alimentos no satisface a los que saben ni ilustra como podría a los que no saben.

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