Siempre he mantenido que la prensa agroalimentaria es acrítica en exceso y que eso no es bueno para el progreso del sector agrario. Ojo, no digo que los periodistas que se dedican a esto de la agricultura y la alimentación tengan extrañas connivencias con oscuros poderes que anulen su profesionalidad. La falta de crítica periodística, en mi opinión, viene más por la vía emocional, porque en la mayor parte de las familias todavía bombean savia las viejas raíces agrarias. Puede haber otras razones (y las hay), aunque quizá menos importantes.
Sin una actitud crítica, el periodismo no es tal, pero no es eso lo que me preocupa ahora, sino más bien el hecho de que la ausencia de criticismo contribuye a consolidar malas costumbres. En el campo y en los procesos de transformación de los productos agrarios existen malas costumbres; algunas desconocidas, otras no. Las primeras, cuando el periodismo no funciona como debe, permanecen en el anonimato y contaminan como un cáncer los órganos internos del sector, porque no hay un quehacer indagador, no hay investigaciones que arrojen luz sobre la realidad escondida. Lo que ocurre es que, en ocasiones, el cáncer aparece y mata sin que nadie haya hecho nada por evitarlo.
Otras veces el periodista calla lo que conoce porque lo considera leve, porque no quiere contribuir a la ruina de nadie o porque espera que el tiempo lo arregle sin necesidad de hacer sangre. Es una solidaridad mal entendida y errónea que se traduce en inmovilismo, atraso y riesgo. Quizá los potenciales beneficiarios de esta actitud la agradezcan e incluso la incentiven para salvaguardar costumbres que consideran inocuas o necesarias, pero no son ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.
Afortunadamente no todo el mundo piensa de esta manera. Esta semana he estado en la entrega de los II Premios AECOC por la Competitividad Empresarial y me ha satisfecho conocer lo que esta potentísima organización, que reúne a fabricantes y distribuidores y en la que la alimentación tiene una fuerte presencia, mantiene al respecto. En su discurso de cierre, el presidente, Francisco Javier Campo, no tuvo problemas para reclamar una prensa profesional, con «visión crítica y mirada exigente«, y cuya actividad sea un acicate para la mejora continua, el progreso y la transparencia de las organizaciones.
Quiero creer que no era retórica obligada por las circunstancias y que realmente AECOC (y con ella sus más de 25.000 afiliados) confía de verdad en las bondades de la crítica periodística seria y rigurosa hecha por profesionales que saben de qué hablan o escriben, que son capaces de analizar la realidad que les rodea y que pueden transmitirla con credibilidad, tal y como también afirmó Campo.
Marta García Aller recibió el premio al mejor trabajo periodístico por ‘La I-D más cotidiana‘ , publicado en Actualidad Económica. Y el radiofónico Carlos Herrera fue distinguido por su trayectoria profesional.