Hace unos días explicaba en una de las actividades formativas que llevo a cabo cómo se organiza un evento y les decía a los alumnos que “hasta el rabo rabo, todo es evento”, parafraseando el célebre aserto taurino.
Me parece importante que quede clara esta idea porque en la mayor parte de las presentaciones, conferencias o eventos de todo tipo a los que asisto, el toro, que en mi metáfora es el mensaje, parece que desaparece en cuanto la cabeza ha rebasado el capote.
Me explicaré mejor: si un evento se convoca para dejar claro un mensaje concreto (por ejemplo, que nuestro aceite ha ganado un premio), ese mensaje debe estar presente desde que el acontecimiento empieza, es decir, desde que se envían las invitaciones, hasta que termina, o sea, hasta que el último invitado sale por la puerta o el responsable de relaciones públicas escribe su carta de agradecimiento a los asistentes.
No cito el aceite (de oliva y virgen extra, claro) por capricho. No hace mucho asistí a una entrega de premios bastante bien concebida… hasta que llegó la hora del ágape. No había aceite por ningún sitio, ni siquiera los premiados, que eran los protagonistas del acto y el producto que todo el mundo hubiera querido, lógicamente, probar.
Algo parecido ocurrió en una jornada organizada para mayor gloria de panaderos en un hotel de postín: todo perfecto (y no entro en detalles) hasta el momento del condumio, donde el pan estaba tristemente representado por unos sándwiches preparados al estilo de una conocida franquicia madrileña. La boca se nos había hecho agua al llegar y ser recibidos por una apoteósica exposición de ricos y variados panes… que solo estaban allí para la foto.
Si pongo otro ejemplo no es para aburrir, sino para que quede patente lo abundante de estos casos. En este, una comunidad autónoma presenta sus alimentos, ahora sí con presencia de los mismos en la lifara final, pero sin una mínima minuta que ayudase a identificarlos dentro de la rica oferta, con lo que el personal no avezado los tomó sin saber qué ni de quién eran las viandas. Por supuesto, en la mayoría de los casos no merece la pena preguntar a los camareros, pues la respuesta puede ser nula o, peor, improvisada. Y quede claro que la culpa no será de ellos.
Me acordaba de todo esto en la reciente presentación de la ambiciosa campaña publicitaria que la interprofesional del ovino, Interovic, acaba de lanzar. El mensaje, en este caso, nos cuenta que se trata de una carne muy sabrosa para la que se han creado nuevas presentaciones con el fin de que la consumamos más frecuentemente y no solo en las ocasiones festivas. Alguien me chivó que inicialmente no estaba prevista la presencia del manjar pero que la situación se pudo reconducir.
Felicidades, pues, al “reconductor”, ya que hasta el rabo todo es evento y los que asistimos en el Magrama a la presentación nos pudimos ir con las ideas más claras.
Terminaré con otra paráfrasis: si McLuhan acuñó aquello de “el medio es el mensaje”, en este sector deberíamos tener claro que “el alimento es el mensaje” y hay que ser menos cicatero o cómodo a la hora de hacérselo llegar al público.
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