FIMA 2022, la FIMA de la rasmia

En Aragón, la palabra “rasmia” se utiliza para enfatizar la energía, el ardor y el tesón que se pone en alguna realización. Se trata de un valor positivo, vinculado a gente luchadora que no baja los brazos cuando vienen mal dadas. La rasmia, por tanto, es más propia de los momentos difíciles, aunque a todo quisque se le pide, al menos, “un poquico de rasmia” a cualquier hora y para cualquier cosa, porque su falta hace que las cosas salgan “flojas”.

Por eso FIMA 2022 ha sido la FIMA de la rasmia, porque se ha celebrado en un momento difícil y en unas condiciones complejas en los que habría sido congruente dejar pasar el turno, pues se sabía desde mucho antes de su celebración que no podría ser una FIMA normal.

No es normal llegar al recinto ferial zaragozano sin pasar por una caravana de decenas de kilómetros. No lo es esperar apenas unos minutos para poder entrar. Ni que los pasillos, aunque poblados, permitieran, digamos, una distancia de seguridad pandémica.

Lo habitual es lo contrario: largas colas, largas esperas y poco espacio para moverse. Pero todavía estamos en pandemia, con personas y empresas aún en compás de espera antes de abrazar la “nueva normalidad”. Con un calendario alterado por las sucesivas olas de contagios. Con expositores sin disponibilidad de material para exponer por culpa del desabastecimiento de materias primas.  Y con una guerra al otro lado de Europa que suma incertidumbre a la tribulación y una escalada de precios sin parangón en las últimas décadas.

FIMA 2022 pone más cerca la edición de 2024.

En este contexto, organizar un certamen ferial internacional de primer orden como es FIMA necesitaba de rasmia, coraje y amor a la marca. Una marca aragonesa premium que había que defender en un escenario tan nebuloso como el actual y que los responsables de Feria de Zaragoza han defendido con la responsabilidad que cabía esperar en ellos, pues la marca pertenece a todos los que caben bajo su manto.

Y no ha ido tan mal. Han faltado, sí, las grandes enseñas de maquinaria y sus inteligentes cacharros. Y probablemente la mitad del público. Pero FIMA 2022 ha estado ahí; y la marca, que a tantos y tantos beneficia, empezando por el propio sector agrario español, que puede permitirse un evento así en el salón de casa, algo que muy pocos tienen, ha vuelto a lucir.

Los fabricantes y los visitantes, si han querido, han podido contar con FIMA 2022, algo que tampoco se puede decir en todos los sectores; y la próxima edición será más fácil porque no tendrá que llegar tras un salto en el vacío y a nadie le quedará duda de que la marca, cuando hay que tener rasmia, la tiene.

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