el periodismo agroalimentario que necesitamos

Que la actividad agraria y la sociedad están cada vez más distanciadas es un hecho palpable que preocupa a algunos y debería preocupar a muchos más. Es ciertamente peligroso para un sector que su razón de ser no sea entendida por la gente de la calle, que es, a la postre, la que debe otorgarle carta de naturaleza. Si la sociedad no alcanza a comprender el importante papel que realizan los trabajadores del sector primario y la industria alimentaria que les acompaña, difícilmente podrá alojarles en el espacio que les corresponde y, mucho menos, encontrar justificación para muchas de sus demandas. Esto no es una elucubración más, es ya una realidad preocupante. Si los niños creen que la leche y los tomates proceden de los supermercados, creerán, ahora y cuando sean adultos, que en su alimentación el supermercado -no el campo- es lo fundamental. Si no conocen el origen de la PAC, creerán que ésta se puso en marcha para subvencionar a los agricultores y no, como realmente fue, para asegurar alimentos suficientes y asequibles a la población. De ahí a la desaparición de la agricultura como elemento medular del progreso de las sociedades sólo hay un paso. Y estamos a punto de darlo.El sector agrícola se queja a menudo de ser invisible, de no gozar del protagonismo que merece, de que los medios sólo se fijan en sus crisis, especialmente cuando son graves, y de que los consumidores no aprecian su esfuerzo o la calidad de sus producciones, incluso de que les dan la espalda en cuanto surge el más mínimo problema. Todas estas cuestiones tienen un porqué (o varios) y sobre el origen de los problemas del cambo hablaremos en periodismoagroalimentario.com, pero, para empezar, centrémonos en los periodistas que hacen de la agricultura su objeto de trabajo.

En primer lugar, son pocos. Un sector tan importante como el primario debería contar con más informadores especializados de los que tiene. Salvo en los medios estrictamente agroalimentarios, apenas existen. La prensa generalista no los suele tener; en el mejor de los casos, los redactores de economía o los que se ocupan de política y asuntos rurales (otro ámbito desatendido) han alcanzado una cierta especialización, pero casi siempre supeditada esta ocupación agraria a otras de mayor relevancia.

Por otro lado, como en el sacerdocio, apenas hay vocaciones. Muchos estudiantes de periodismo quieren ser corresponsales de guerra o dedicarse a la información deportiva. Algunos optan por la política o la cultura y no le hacen ascos a los temas sociales, pero a nadie se le ocurre estudiar periodismo para hacer información agraria. La Asociación de Periodistas Agroalimentarios de España (Apae), consciente de esta situación, tituló una jornada dirigida a los estudiantes de periodismo así: Periodismo agroalimentario, algo que ni te planteas. Así está la cantera.

Hay que señalar, también, que la información agraria está excesivamente volcada en las políticas agrarias, especialmente de la Unión Europea, y que éstas tienen cierta aridez, por lo que no resulta atractiva para el común de los lectores ni tampoco para los futuros periodistas. Hay otra información posible, pero todavía la estamos descubriendo. Es la que está llamada a ser el banderín de enganche entre el sector y la sociedad, pero, lógicamente, necesita de periodistas que se dediquen a ella.

En resumen, si hay pocos periodistas, no muy especializados y la información que se genera resulta algo indigesta, no es extraño que los agricultores y ganaderos se quejen de que no se les escucha. Les falta lo que en las sociedades moderna es imprescindible: gente dedicada a su comunicación. Por un lado, periodistas dedicados a divulgar la información de interés que el sector genera; por otro, periodistas dedicados a difundir esa información entre la ciudadanía.

Todos los agentes del sector agrario tendrán que ponerse de acuerdo para insertar la agroalimentación en las dinámicas comunicativas de nuestros días. Los propios productores tomando las iniciativas necesarias y siendo muy proactivos en este sentido, las administraciones, los editores de prensa agraria y, por supuesto, Apae.

La información agraria puede ser interesante, entretenida y muy formativa. Sólo hay que dar con la fórmula y poner a suficientes y bien preparados profesionales a ejecutar las correspondientes tareas informativas. Así el campo tendrá el altavoz que necesita.

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