Dieta Mediterránea: patrimonio, marca, oportunidad y ejemplo

 

La Fundación Dieta Mediterránea acaba de celebrar su decimotercer congreso, muy seguido in situ, pero, sobre todo, a distancia, gracias a este hábito pospandémico de organizar las reuniones, también, para los que no quieren o no pueden moverse de casa. Buena organización y buenos ponentes, en general, para seguir avanzando en el conocimiento de esa forma de vivir (no solo de comer) que la Unesco ha reconocido como patrimonio inmaterial de la humanidad.

En PEAGRO estuvimos muy atentos a lo que por allí se decía y, como siempre, a lo que por el mundo agroalimentario se va haciendo. Y de ahí nuestras conclusiones, además de la ya sabida pero no por ello menos destacable: que la Dieta Mediterránea es una de las más saludables del mundo, si no la más. Al grano:

Las frutas y hortalizas se encuentran en la base de la Dieta Mediterránea.
  • Marca universal. La Dieta Mediterránea es una gran marca, una marca mundial de prestigio, potente, que ha tenido la suerte y la habilidad de hacerse reconocer no sólo en el ámbito alimentario, sino también en otros, como el cultural o el de la salud.
  • Valor incalculable. Por lo tanto, y como afirma el presidente de la Fundación Dieta Mediterránea y consejero de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural de Castilla-La mancha, Francisco Martínez Arroyo, se trata de un patrimonio que tenemos la obligación de preservar, especialmente, como legado para las generaciones venideras. También, claro, de una oportunidad para la actual que hay que saber aprovechar con talento y tino.
  • Un reto complejo. Sí, porque la Dieta Mediterránea no es estática, aunque se fundamente en ciertos elementos primigenios fijos, estables y, digamos, “intocables”. Y porque sobre ella se ciernen no pocas y además poderosas amenazas, tal y como resalta Ramón Estruch, a la sazón director científico de la fundación y presidente del congreso.
Cereal, otro elemento nuclear de la Dieta Mediterránea.
  • Lento divorcio. Entre las principales amenazas destaca el progresivo alejamiento que, imperceptiblemente, se está produciendo entre los patrones de consumo actuales y la propia Dieta Mediterránea. Problema más acuciante entre los jóvenes, hasta el punto de darse la paradoja de que los niños suecos y daneses son los más mediterráneos a la hora de alimentarse, mientras que los de España, Italia y Chipre encabezan las listas de obesos.
  • Revisemos nuestros hábitos. Si tenemos en cuenta, por otro lado, que la Dieta Mediterránea tiene en la moderación, la temporalidad, la proximidad y la preponderancia de frutas, verduras y legumbres su primum movens, juzgue cada cual hasta qué punto estamos dejando todos de ser “mediterráneos”. Ello, sin menoscabo de cualquier actualización de la dieta que los tiempos deparen y que sea compatible con su identidad y razón de ser.
  • También hay excesos no alimentarios. Una advertencia: el abuso marquetiniano de la “marca” podría contribuir a erosionarla. El periodista Xavier Mas mantiene que la Dieta Mediterránea es un invento político y de márquetin. Algo de razón no le falta, aunque no sea la dieta lo inventado (ya estaba ahí), sino la forma de expresarla y promocionarla, lo que no tiene por qué ser negativo en sí mismo. Otra cosa es que se la utilice como parapeto de productos o formas de producción que tienen poco que ver con ella u ocupan una posición muy marginal en ella. Esta tendencia, o más bien tentación, es cada día más palpable.
  • Entre la vida y la muerte, en millones de ocasiones, la dieta. Téngase en cuenta que no todo lo que se produce o elabora alrededor del Mare Nostrum forma parte de la Dieta Mediterránea si no se consume conforme a las pautas de esta, que, por cierto, podría salvar ocho o diez millones de vidas al año si se respetara escrupulosamente, según Francesco Branca, director del Departamento de Nutrición para la Salud y el Desarrollo de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La dieta de referencia definida por esta organización es prima hermana de nuestra Dieta Mediterránea, si no hija.
  • Hay alternativas. Y es que también hay otras en la familia, como la dieta flexitariana. ¿Suena? Cada día más.
Así modela el paisaje la Dieta Mediterránea.
  • La línea de defensa. Estos son los retos ineludibles para preservar la salud de la Dieta Mediterránea: reformulación de alimentos (menos azúcar, menos sal y menos grasa); reajuste de precios, que sean más caros los que deben consumirse menos; dieta de referencia en instituciones públicas (hospitales, colegios, etc.); etiquetado claro, que permita a los consumidores tomar decisiones bien informadas; eliminación de nutrientes procesados o disminución del grado de procesado; control del márquetin.
  • Sostenibilidad, sostenibilidad y sostenibilidad. Pues no hay Planeta B, como afirma Valentini Konstantinidou, experta en genómica nutricional, y, desde luego, hay una relación clara entre dieta y sostenibilidad, de acuerdo con Branca. Por eso Raúl Compés, director del Instituto Agronómico Mediterráneo de Zaragoza, pone el foco en la forma de producir incluso los alimentos de la Dieta Mediterránea y recomienda una revisión crítica desde la “letra pequeña de la sostenibilidad”. Otros van más lejos, como Jesús Contreras, catedrático emérito de Antropología Social de la Universidad de Barcelona, y abogan por una transformación radical del sistema alimentario mundial.

En definitiva, en esta parte del mundo contamos con un legado alimentario que está en línea con lo que esta y el resto de las partes necesitan. Pero hay amenazas serias y competidores pujantes. Aprovechemos, pues, la ventaja, velemos por la puridad (aunque sin dogmatismos) de la herencia, incrementemos su valor como hacen los buenos herederos y pongamos freno a las tentaciones malgastadoras que acechan a toda buena fortuna.

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