La semana pasada San Isidro no dio tregua y puso a todo el mundo a trabajar. Los santos de antes mandaban guardar fiesta, pero parece que el estrés que se extiende por el campo español (y europeo) ha llegado hasta el Cielo. Menos mal que en Madrid DF la PAC, los mercados, las pugnas políticas y las pedregadas sí dejaron sitio para unas rosquillas o unas gallinejas con limoná.
No sé si los agricultores han sacado el santo a la calle, pero lo que sí es cierto es que Isidro ha sacado a los peritos de Agroseguro al campo, donde en lo que va de mayo unas 80 000 hectáreas han sido agraciadas con una “pedrea” muy poco deseada. Unos 200 de estos evaluadores de siniestros se están calzando las botas para recorrer viñedos, trigales y frutales por media España. Aunque, mira por dónde, no en Madrid, será que los chulapos tienen conexión directa con las alturas. Aragón (27 000 ha), Castilla-LA Mancha (34 000), Comunidad Valenciana (7000), Región de Murcia (10 000) y Navarra con LA Rioja (3200) tendrán que repensar cuándo y a quién encenderle el velamen.
Pero si algo preocupa a los agricultores y ganaderos es la PAC, esa sí que tiene altares a lo largo y ancho del rural. Y procesiones de las buenas, con peanas de 200 caballos y cofrades entregados como si de la Macarena se tratase. Mañana mismo, las sedes de la Comisión Europea verán en muchas ciudades el ardor casi místico de los creyentes.
Y eso que la susodicha comisión ofrendó a San Isidro un nuevo paquete de simplificación de la PAC en las mismas vísperas del 15-M. Los pagos de las subvenciones se flexibilizan y agilizan; los procesos para gestionar ayudas por crisis se hacen más sencillos; sube el límite de pago a pequeños agricultores a 2500 € y se les exime de algunas normas medioambientales; los que hacen agricultura ecológica verán atendida su reclamación de que se les reconozca automáticamente el cumplimiento de determinados requisitos ambientales; se reducen controles administrativos (solo uno al año); y, entre algunas cosas más, se promete una nueva vuelta de tuerca hacia atrás para finales de año. Como cada día del mes tiene un santo, no sabemos cuál elegirá la CE para bendecir la nueva ofrenda, esperemos que no sea el de los Santos Inocentes.
Recelosos ellos, si agricultores y ganaderos tuvieran que apostar, seguro que lo harían por el 28-D. Son tan mayores y se han visto en tantas que la mayoría veneran, más que a ningún otro santo, a Santo Tomás, el incrédulo. Por eso se van a manifestar de aquí en adelante todo lo que puedan y por eso no paran de advertir que no les gusta lo que se oye por Bruselas de refundir la PAC y otros fondos en un fondo único. Ya hay un clamor de secanos a regadíos y de herbáceos a leñosos para que los comisarios no saquen este toro del corral. Si no, habrá corrida, lances cruentos, persecución y martirio de cuantos santos apadrinen el festejo.
Po si acaso, los presidentes ajuntados en el Comité Europeo de las Regiones, a los que el santo Isidro también puso a trabajar la semana pasada, ya han tomado parte y están, cómo no, con su respectivo y votante sector agrario, para el que piden reformas fuertes de protección. Algunos no saben mucho del asunto agroalimentario, pero pedir precios justos, lucha contra la competencia desleal y ayuda frente a los grandes desafíos del milenio es fácil y barato. Y que San Pedro se lo bendiga.
En España, a los presidentes regionales, casi todos del PP, estas reuniones les vienen bien para meterle presión al ministro Planas. Sobre todo, al andaluz Moreno Bonilla, que es vicepresidente de ese comité y presidente de una comunidad muy muy agro. Su consejero del ramo, Ramón Fernández-Pacheco, le hace las veces en la Conferencia Sectorial de Agricultura, donde el socialista se encuentra, dicen, muy solo, aunque otros afirman que el PP no sabe aprovechar esa soledad.
Por suerte, bajo la advocación de San Nicolás de Bari, el santo dadivoso, el ministro tiene la fortuna de poder repartir perricas por aquí y por allá y suavizar las conferencias. En la del lunes pasado soltó una saca con 235 millones, 158 de los cuales para desarrollo rural. ¡Qué contento se pondría el santo Isidro!