Hace años que augures varios nos vienen advirtiendo de que las naciones caminan hacia su desintegración. Añaden que en el futuro no existirán los gobiernos, al menos tal y como los conocemos ahora, y que serán grandes corporaciones las que regirán los destinos de la ciudadanía.
Puede que sólo sean ocurrencias, pero la actual crisis nos está demostrando todos los días que no es necesario echarle mucha imaginación al asunto para llegar a conclusiones parecidas. Las naciones y los gobiernos se diluyen ante la potente presencia de lo que llamamos mercados, ¿y qué son los mercados sino la antesala de una gran corporación con capacidad para dirigir el mundo?
Pero en esta visión tan democráticamente apocalíptica algo falla, porque quizá los habitantes del futuro no vayan a ser tan vulnerables y abúlicos como los retrata Orwell en 1984. Pudiera ser que las redes sociales fuesen, por su parte, la antesala la gran muralla ciudadana que se está levantando contra los abusos de poder. Muestras de ello ya podemos ver, asimismo, casi todos los días.
Campofrío ha tenido que renunciar a su (es de suponer) rentable inversión publicitaria en las noches de La Noria (Tele 5) por la presión de miles de ciudadanos que han hecho germinar y crecer la semilla plantada tan solo en un blog. No, no ha sido El País ni El Mundo ni la SER. Ha sido un periodista, Pablo Herreros, desde un rincón del ciberespacio, el que ha provocado el cambio en la voluntad de esta multinacional de la alimentación. La de ésta, la de Puleva, la de Nestlé, Panrico, Queso Milner… y las que probablemente ya habrán seguido a estas alturas el rumbo de las citadas.
Ha sido un periodista, pero podía haber sido un ciudadano, un grupo de amigos, cualquiera, porque ahora cualquiera puede alcanzar a miles de personas y conducirlas con unos cuantos clicks a reconducir la estrategia de una o varias empresas y provocar un agujero en la cuenta de resultados de un poderoso programa de prime time.
Quizá los mercados adoren la telebasura, pero afortunadamente los ciudadanos han encontrado la manera de hacer que el comportamiento de las grandes empresas discurra por el camino de la ética y la moralidad cuando ésta se pierde, aunque sea momentáneamente, de vista.
¿Son culpables las marcas comerciales que se anuncian en estos programas? Ellas dicen que no pueden saber de antemano el contenido de los mismos (recordemos aquí que el barullo que nos moviliza es una entrevista muy poco edificante –según dicen, con recompensa económica- a la madre del Cuco, encausado y condenado por la desaparición de Marta del Castillo). Y es cierto, no pueden saber el contenido de los programas… pero se lo pueden imaginar, porque la basura siempre es basura, aunque se tape con seda.
También es cierto que si uno quiere llegar a grandes audiencias tiene que morir al palo de la noche, pero debe saber, como se les dice a los niños, que la noche está llena de peligros; y si uno se anuncia en programas de dudosa elegancia, lo normal es que su imagen acabe contaminada por la porquería que patrocina.
Incluso es posible que uno no sepa en qué programa va a salir su anuncio porque ha comprado un paquete de emisión más o menos indeterminada; pero, en este caso, habrá que ser un poco más cauto. Por supuesto, no vamos a pensar que alguien, conociendo la naturaleza de la entrevista y su previsible superaudiencia ha vendido a precio de oro esos minutos comerciales. Estas cosas también ocurren, pero no queremos pensar que ha sido así.
Lo ocurrido no es, por otro lado, motivo para levantar el dedo acusador contra los anunciantes, especialmente contra estos que han dado marcha atrás. Todo lo contrario, hay que aplaudir su gesto honrado, valiente y ahora sí queremos pensar que comprometido con la televisión de calidad y los espacios de calidad. Han aprendido una lección nueva y con ellos todos los demás: el público de la telebasura es abundante y manso, pero el de las redes sociales es un potro joven, de movimientos rápidos e imprevisibles, quizá indomable. Un potro que se ha apuntado una gran victoria y va a contar mucho de ahora en adelante.