‘Stranger Pigs’, el hambre y las ganas de comer (y II)

De acuerdo, Jordi Évole no hizo el mejor trabajo periodístico posible con su programa sobre el porcino ( Stranger Pigs ), pero con sus aciertos y errores puso encima de la mesa un problema, mucho menor que el aparentemente descubierto, pero real, al fin y al cabo.

Porque granjas como la que se pudo ver en La Sexta existen, aunque no exista en este país un problema higiénico-sanitario y de consumo como el que irresponsablemente denunciaba el programa Salvados que tanto ha dado que hablar.

Los productores y el sector económico que se mueve en torno a ellos lo consideraron un ataque injustificado y no les falta razón. Pero ante ello, ¿qué hicieron?

Inicialmente, nada, es decir, nadie ofreció una respuesta a la solicitud de los periodistas, y como todos sabemos en comunicación: el silencio no es rentable. Y como todo el mundo sabe esté donde esté: el que calla otorga. Por eso hubo niños que pidieron a sus madres que en el bocadillo de la tarde no les pusieran fiambres de El Pozo y por eso algunas distribuidoras de esta marca decidieron dejar de venderla.

Quizá el problema económico no sea tan grande como el desdén de la multinacional, que hará frente al mismo sin grandes plañidos. Pero si no pensamos solo en la compañía murciana, la cosa cambia, porque la carne (no solo la de porcino) está cercada por informes sobre su vinculación a determinadas enfermedades graves, por el crecimiento del vegetarianismo, la actividad de los animalistas, la conciencia medioambiental creciente y por la cada vez mayor desconfianza del público hacia las producciones agrarias de tipo industrial. Ahí es nada, véanse las cifras de consumo.

El Pozo
No solo El Pozo estaba concernido en el Stranger Pigs de Salvados.

El silencio va a salirle bastante caro al porcino y aledaños como no se espabile. Recordemos que no solo El Pozo declinó hablar con Évole, ¡ningún representante del sector lo hizo!

En una crisis, el primer capítulo del relato marca el desarrollo de toda la narración, y los señores de las granjas no pudieron escribir peor capítulo.

Pero seamos justos, el silencio no fue absoluto. Al final del documento aparecía el director general de ganadería del Gobierno de Murcia y no lo hizo mal, a pesar de que la ocasión hubiera merecido un portavoz más adecuado que, además, no fuera “segundo plato”, como pareció ocurrir, pues el compromiso con la tele parece ser que era inicialmente del consejero del ramo.

En todo caso, el director general dijo lo que debería haber dicho algún representante más directo de los afectados y solo se equivocó, al entender de este bloguero, al hablar de las inspecciones a las granjas, asunto sobre el que no dejó tranquilo a nadie. Ahora bien, valoremos que fue el único que no escurrió el bulto y que no es fácil enfrentarse a una entrevista como la que le tocó en suerte.

Con todo, esta actuación tampoco fue un acierto estratégico. Dejar una crisis en manos de los políticos suele ser una decisión equivocada, porque si algo es necesario en una crisis es que el portavoz tenga la credibilidad muy alta… y los políticos la llevan muy baja de serie, aunque muchos de ellos no se merezcan este castigo de cuna.

Vayamos a por el segundo capítulo, porque gestión de crisis sí que hubo. Gestión anticipada, podríamos decir, porque antes de que Stranger Pigs fuera emitido, el sector, muy unido, empezó a defenderse en las redes sociales de algo que todavía desconocía el gran público. Ya expresé mis dudas en la entrada anterior sobre la efectividad de esta acción, que no niego que movilizara a mucha gente en defensa de la producción cárnica, pero que también llevó una gran audiencia al Salvados de turno. Hasta dónde hay que llevar la comunicación en una situación de crisis es una cuestión compleja y más cuándo no se sabe el alcance de esta.

Pero vayamos ya al contenido de la defensa. En primer lugar, un vídeo con unas instalaciones porcinas espectaculares, de esas que provocan ganas de hacerse granjero. Bien, pero estas cosas son más útiles en el contexto de una comunicación planificada y continuada en el tiempo. Vídeos, puertas abiertas, acciones con carniceros, consumidores… Así, con recurrencia, tiempo y, sobre todo, transparencia, se genera la imagen que va a ser la mejor acción defensiva frente una crisis. Cuando hemos visto una granja deplorable, que nos enseñen otra “cinco estrellas” ya no es suficiente.

En segundo lugar, una carta (pública, porque se lanzó por las redes sociales) a García Tejerina. Deplorable: uno de los sectores más potentes de la economía metiéndose bajo las faldas de la ministra. Ya hemos visto lo que los políticos pueden hacer en estos casos, pero ¿qué imagen dan los popes de la carne corriendo como niños asustados hacia el ministerio? No deja de tener gracia cómo queremos a los políticos que tanto vilipendiamos cuando de recibir tortas se trata.

La carta (pública) más parecía una acción de comunicación interna que otra cosa. Que vean los nuestros que, en una situación así, nos preocupamos por ellos y presionamos a tope, que nos ganamos la representación que ostentamos.

¿Y el contenido de la misiva? Lo resumiremos: somos la ostia. Tantos miles de granjas, tantos puestos de trabajo, tantas exportaciones, tanto peso en la economía… ¡que somos la ostia, vaya! ¿Cómo vais a permitir que nos hagan esto?

Todo cierto, sí. Lo malo es que la conversación no iba por ahí. La conversación iba de producción industrializada, de antibióticos, de maltrato animal, de granjas que deberían estar cerradas… de cerdos enfermos que pasan a la cadena alimentaria. Y los afectados a por uvas, complaciéndose en su grandeza.

Así que pasamos del silencio al “manzanas traigo”. Seguimos fuera del relato.

Al menos, oficialmente, fuera del relato. Porque hubo granjeros, veterinarios, periodistas, blogueros y muchos otros que sí entraron en la conversación real y jugaron un papel relativamente relevante en la crisis. Pero sin evitar, por ello, que la mayoría se centraran en lo que no soluciona nada: desacreditar a Évole, a Salvados y a Stranger Pigs. Casi nada, por otra parte.

Se escribe esto con retraso sobre la intención inicial, a varias semanas del suceso, cuando todo ha vuelto aparentemente a su sitio. Queda la cicatriz (por la que se puede abrir de nuevo la herida) y la tarea poscrisis: recapitular y ver lo que se ha aprendido.

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