Acodea y Agriterra se unen para fomentar el cooperativismo agroalimentario

“Se necesitan leyes más rigurosas para reducir el número de intermediarios que pululan en nuestras ciudades: raza obscena y ventruda, murmurando en todas las tabernas, acodada en todos los mostradores, pronta a minar cualquier política que no le proporcione ganancias inmediatas. Una distribución juiciosa de los graneros del Estado ayuda a contener la escandalosa inflación de los precios en épocas de carestía, pero yo contaba sobre todo con la organización de los productores mismos, los viñateros galos, los pescadores del Ponto Euxino cuya miserable pitanza devoran los importadores de caviar y de pescado salado prontos a sacar tajada de sus fatigas y sus peligros. Uno de mis días más hermosos fue aquel en que convencí a un grupo de marineros del Archipiélago de que se asociaran formando una corporación y que trataran directamente con los vendedores de las ciudades. Jamás me sentí más útil como príncipe”.

Estas palabras (figuradas) del emperador AdrianoMemorias de Adriano, Maguerite Yourcenar- las firmarían hoy, dos mil años después, muchos agricultores y ganaderos y algunos administradores públicos casi sin retocarlas. De hecho, el moderno y creciente movimiento de la venta directa y los mercados de proximidad entronca directamente con esta forma de pensar tan antigua y tan actual a la vez, aunque también se nutra de otras visiones propias de los tiempos que vivimos.

Pero así ha sido y así es la realidad de la actividad agraria, históricamente dependiente de terceros para el comercio y ahora a caballo entre esa dependencia y una emancipación que se conquista peldaño a peldaño, muy despacio y nunca de forma completa.

El cooperativismo agrario nació precisamente para que los labradores pudieran librarse de los intermediarios, para que ningún tipo obsceno y ventrudo pudiera especular con el trabajo de todo un año y con el derecho a la subsistencia digna de los campesinos. Quienes todavía hoy esperan, con la cosecha recogida, a que alguno de estos elementos llame a su puerta y decida el precio que paga por ella, saben de lo que hablamos.

cooperativistas peruanos en Zuera
Cooperativistas peruanos en la cooperativa de Zuera (Zaragoza).

Hace muy pocos días pudimos departir con productores agroalimentarios de Perú que visitaban España y sus cooperativas para aprehender lo posible sobre ese proceso emancipador que en la Península empezó hace 40, 50 o 60 años, no más.

En el país andino hay un alto grado de asociacionismo entre productores, pero con un carácter muy primario que no salva a sus producciones agrupadas de ser objeto de intermediarios que apenas pagan por ellas. Casi podría decirse, según entendimos, que este asociacionismo evita en ocasiones a los últimos la tediosa tarea de ir puerta a puerta sin que por ello los campesinos noten mejoras sustanciales en sus rendimientos.

Las cooperativas españolas (algunas, no todas), sin embargo, ya pueden mirar a los ojos a los compradores de materia prima, ya transforman y venden directamente sus productos y las hay que son operadores consagrados e imprescindibles en el mercado. Algo pueden enseñar, por tanto, a quienes se inician en tan complejo mecanismo.

Los cooperativistas visitaron cooperativas de Aragón, Extremadura y Andalucía.
Acodea utilizó el cooperativismo de Aragón, Extremadura y Andalucía como ejemplo.

Pero el mundo no es España (donde, por cierto, un presidente de cooperativa nos contaba hace muy poco también cómo un par de compradores de vino están desestructurando toda una zona de producción) ni Europa; hay muchos productores en Latinoamérica, África o Asia donde todavía existen arquitecturas comerciales cuasi medievales. Lugares donde el cooperativismo agrario es incipiente cuando no un sueño y que precisan la colaboración y el apoyo de los ‘hermanos mayores’.

Agriterra y Acodea

Dar sentido y vertebrar esa colaboración, por otra parte, no es fácil. Requiere recursos económicos y humanos que no siempre se encuentran. No es el caso de las dos organizaciones citadas, aunque entre ellas haya una importante diferencia de recorrido que, no obstante, ahora les ha hecho confluir.

De Agriterra hablamos hace algún tiempo en este blog. Se trata de una agencia holandesa dedicada al fomento del cooperativismo no sólo como una forma de crear estructuras productivas que emancipen económicamente a los agricultores y ganaderos de cualquier parte del mundo, sino que, además, contribuyan a la democratización política de sociedades todavía inmersas en dinámicas muy deficientes en ese sentido. Tal es el papel que el cooperativismo agrario puede jugar.

La Fundación Acodea es una organización más joven. Digamos una versión española de la primera, pero con menos experiencia y medios. Fue creada por el sindicato UPA y por Fademur (Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales) como agencia de cooperación al desarrollo en el ámbito agrario. Es la primera de estas características en el ámbito hispano, según cuentan.

La coincidencia en los objetivos y las ventajas idiomáticas y culturales de la organización española para trabajar en Latinoamérica han facilitado la creación de una estructura común con Agriterra, que ya venía desempeñando tareas de cooperación en el sur de América.

La visita de los cooperativistas peruanos a España ha sido la primera de sus acciones conjuntas y se ha saldado con un alto grado de satisfacción por parte de estos, según nos contaron mientras recorrían casi literalmente el país, pues en muy pocos días conocieron experiencias cooperativas de Aragón, Extremadura y Andalucía.

Responsables de Acodea y Agriterra, con cooperativistas de Perú.
Responsables de Acodea y Agriterra, con cooperativistas de Perú.

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